domingo, 29 de julio de 2018

UN AMIGO QUE SE FUE

Cuando uno es pequeño, o por lo menos en mi caso, a veces coges cariño a personas que no son de tu familia, incluso más cariño que a miembros de la misma.

Eso me pasó a mí con un amigo de la infancia de mi padre. Desde muy peque lo vi como mi tío, me llevaba muy bien con él. Tengo recuerdos de largas conversaciones que me eran muy gratas y divertidas.

Crecí, y la confianza del niño dio paso a la timidez. Desde ese momento cuando lo veía me alegraba, pero a la vez me moría de vergüenza y normalmente lo esquivaba. Recuerdo que en ocasiones me esperaba y hablaba conmigo, insistía para no perder la amistad.

Hace algún tiempo le diagnosticaron cáncer, me puse en contacto con él por Facebook. Estaba bien, era feliz, acababa de ser abuelo, pero no fui a verlo. Mi padres iban a menudo, incluso mi hermano fue. Pero yo me ponía una buena excusa para no ir: no tengo nada que hablar con él, no nos gustan las mismas cosas, he perdido el contacto....Ahora sé que era miedo de no estar a la altura.

Sin embargo mis padres me han dicho que siempre preguntaba por Emilina como él me llamaba. Desgraciadamente falleció, me dolió más de lo que mi familia puede suponer, para mí fue mi primer amigo y no supe estar a la altura.

Recuerdo que no pude llamar a su mujer para darle el pésame, ella le dijo a mi madre que cuando yo quisiera, que lo entendía porque nos queríamos mucho. Cuando me la encontré nos abrazamos y no nos dijimos nada, no hizo falta.

Muchas veces cuando paseo por mí pueblo creo que lo veo, que va aparecer por cualquier rincón y con su sonrisa me dirá: Emilina ¿Ya no saludamos? Lo echo de menos, y se que me ha perdonado porque era una gran persona, pero a mí me está costando perdonarme.

ALGO QUE NECESITABA CONTAR

Hoy voy a escribir algo que nunca he contado pero lleva un tiempo quemándome en la boca del estómago. Y necesito, aunque sea aquí, dejar que...