domingo, 14 de octubre de 2018

SENTIMIENTOS

Los sentimientos, esos pequeños que viven dentro de nosotros y que son tan difíciles de manejar.

Esos a los que me cuesta hacer frente. Esos que han ido evolucionando en mi.

Recuerdo que siendo niña no los mostraba jamás, sufría acoso en el colegio y nunca quise que mis padres y hermanos lo supieran. Así que aprendí a disimular muy bien, por mucho que me doliera el alma yo era la tranquilidad personificada. Jamás le pedí a mi madre no ir al colegio.

Mis padres eran cariñosos, me han demostrado su amor incondicional durante toda mi vida, pero hay un episodio, que sirva de ejemplo, con mi padre que hizo que no desarrollara mi forma de dar cariño. Siempre he sido gorda, a veces más a veces menos, y todos sabemos que a los niños le gusta sentarse en la rodillas de sus padres, yo no era una excepción. Mi padre decía que yo era como "la torre catedralicia" cuando comprendí la ironía dejé de hacerlo, y creo que no tendría más allá de cinco años.

Crecí y con 14 años llegó Beltza, mi primer perro. Con él aprendí a demostrar amor, conocí el maravilloso mundo de los animales y vi que, con ellos me relacionaba mejor que con las personas.

Podría seguir pero no quisiera hacerlo largo, he querido contar lo anterior para que se entienda en el punto en el que me encuentro.

Sigo siendo más feliz con mis amigos de cuatro patas, pero he descubierto algo. Cuando recibo un abrazo de alguien, que lo hace de corazón, que te abraza el cuerpo y el alma, no puedo evitar emocionarme, y para mi propia sorpresa lo hago visible.

Quizás me recuerde los abrazos que necesité y nunca pedí, o quizás mis sentimientos quieran aliarse, por una vez, conmigo y decirme que disfrute de un abrazo sincero

ALGO QUE NECESITABA CONTAR

Hoy voy a escribir algo que nunca he contado pero lleva un tiempo quemándome en la boca del estómago. Y necesito, aunque sea aquí, dejar que...