Eso estaba muy bien si conseguías hacer amigos pero...¿y si no lo conseguías? pues que te pasabas los ocho años leyendo en la biblioteca, escapando de risas y burlas, e incluso de palizas.
Tengo que reconocer que, a veces, me dejaban jugar cuando lo hacían al pilla-pilla para que me la ligase siempre. Su idea era que el primero me cazaría rápido y ya, todos, a divertirse. No les salía bien muchas veces porque, a pesar de que estaba gorda, era bastante ágil y me escapaba. No se me olvida una frase que dijo Eduardo "ya ni a la gorda", en el fondo, era más crítica hacia él que hacia a mi pero hizo que dejara de jugar.
Digo esto para meterles en situación de lo que quiero contarles, ninguno o ninguna era muy agradable conmigo, excepciones podían existir pero en días sueltos. De entre todos había un chico, Francisco, que, además, disfrutaba siendo el chico malo. Lo demostraba con sus actos, atacando a los que no se defendían, mostrando lo que robaba, robando...nadie discutía su liderazgo.
Hoy yendo al trabajo un hombre, que se le parecía mucho, se ha parado junto a mi para cruzar. Me ha venido a la cabeza todo los recuerdos que me unen a Francisco, ninguno bueno. Excepto uno y fue la última vez que lo vi.
Habíamos terminado en el colegio, hacía unos cinco o seis años, yo volvía de un recado, no era muy tarde, sobre las 9 de la noche. Pasando por una calle, se me planta un muchacho delante y, navaja en mano, me pide todo lo que llevo. Yo lo miro y reconozco a Francisco, le doy lo poco que llevaba encima, "toma" le dije. Francisco me miró, sonrió con cierta dulzura y me dijo "Emilia sigue, no me des nada" y se marchó corriendo.
La única vez que nos vimos a solas mostró cierta empatía conmigo, seguramente si hubiera ido acompañado o siendo el líder, la cosa hubiera sido diferente. Al cruzarme con este hombre he recordado que Francisco me hizo pasar una infancia horrible, que fuí su víctima durante ocho años pero, también, que un día nos miramos a los ojos...y reaccionó de otra forma.
Parecerá una tontería pero me quiero quedar con ese recuerdo por encima de los otros.