La madrugada del cinco al seis de enero, si alguien se asoma a la calle podrá ver una extraña comitiva.
De lejos, puede parecer un grupo de amigos despistados, pero cuando te acercas... compruebas que es un grupo de amigos despistados. El que es interesante viene detrás, sin embargo no llama la atención.
Son tres ancianos, muy abrigados, y que caminan con calma, como si para ellos, la noche no tuviese fin.
- Vamos a buen ritmo
- Si, hemos hecho bien trayendo a los nuevos, le ponen más ganas, los de siempre a veces desconectan
Un hombre se acercó, de manera ceremoniosa, a los tres ancianos, y en voz baja habló con el más joven. Baltasar (no creo que nadie se sorprenda) se quedó pensativo y lentamente sacó un pequeño tren de juguete, no más grande que un caramelo, y se lo entregó. El hombre corrió en la misma dirección de donde había venido.
- Desde que descubrimos los juguetes píldoras el traslado es más fácil, cuando se hacen su tamaño parece mentira
- Desde luego, recuérdame que al de rojo se lo digamos, el pobre aún carga con los juguetes
Continuaron caminando en silencio, se les veía disfrutar del paseo, la noche era fría pero no desapacible.
De pronto, sin saber bien de donde procedían, unos gritos se fueron acercando al trío. Gritos de agobio y desesperación, varias figuras venían corriendo hacia ellos, que se habían quedados petrificados ante esa manifestación de nervios.
- ¿Qué sucede?- preguntó Melchor
- Este- dijo una mujer señalando a un muchacho- que ha metido la pata ¡pero bien!
Gaspar con sonrisa agradable calmo a la paje y miró al muchacho de frente
- ¿Qué has hecho?- Le preguntó
- Yo... - balbuceó- soy novato... Verá majestad...- con cara asustada dijo- creo que he despertado a un niño y este a su hermana.
- Lo malo no es eso, es que se han puesto en modo caza de Reyes y no se acuestan- añadió la paje con disgusto
- Bueno-rió Gaspar- ¡no es la primera vez Eva, ya se cansarán!
Eva, que era el nombre de la paje, miró a los tres con tristeza y al novato con rabía y dijo suspirando
- Son los Garrido Lemus
En ese momento, la cara de los tres Reyes cambió de color, abrieron la boca pero no soltaron sonido alguno, sus frentes comenzaron a chorrear sudor e incluso Melchor se apoyo en la pared.
El novato, los miró sin entender y dijo algo que los enfureció y les hizo despertar de su susto "un niño es un niño".
Todos se giraron y lo miraron con ojos peligrosos, el paje se hizo más pequeño, físicamente más pequeño, porque los pajes pueden cambiar su tamaño, y murmuró "perdón"
- Esos niños son terroríficos, descendienden de una larga estirpe de cazadores de Reyes... Por padre y madre!
- ¿Es seguro que estaban durmiendo?- preguntó Melchor- esos niños son muy listos. Dinos Luis
El paje, también llamado Luís, que había vuelto a su tamaño, se quedó pensativo, suspiró y dijo "yo pensé que si, y no hice la comprobación"
El murmullo encolerizado de todos los presentes se hizo un grito, la paje veterana tiró su sombrero al suelo, los reyes acariciaron sus barbas... Y el paje se hizo del tamaño de un dado de parchís.
Gaspar miró con cariño a Luis, que aumento su tamaño un poco, y le dijo "al principio todos cometemos errores. Este es grave pero intentemos solucionarlo"
Sus palabras fueron un bálsamo para el resto porque todos, incluso Eva, se relajaron, porque, era verdad, lo que había que hacer era actuar.
- Analicemos la situación. Además de los niños ¿quien más está?
- Pues... El padre, la madre, su tía de Madrid, Belui y Margarita, que son el perro y la gata.
Gaspar sonrió "solucionado, pediremos ayuda a los dos"
- ¿Al perro y la gata? - preguntó asombrado Luis
- Si-Baltasar llamó a un paje cercano- por favor di a Carlos que venga, es urgente e importante
Mientras esperaban guardaron silencio, el joven paje se preguntaba quien sería Carlos, creía conocer a todos los que colaboraban con los Reyes, pero no le sonaba.
Baltasar se fijó en su cara de extrañeza y le explicó, que Carlos era el encargado de negociar con los miembros de la familia que tenían cuatro patas, plumas o escamas. En ocasiones, como la de esa noche, era muy necesario.
Conocía a todos los miembros no humanos, se encargaba de sus regalos y los tenía contentos. Ellos, a cambio, le informaban del comportamiento de los niños y niñas, o le ayudaban en esa Noche especial en caso de necesitarlo.
Con paso tranquilo se les acercó un hombre de mirada limpia, pelo y barba canosa y una sonrisa que lograba llegar al alma e instalarse en ella.
- Buenas noches a todos- dijo
- Hola Carlos- contestó Melchor- no se si ya sabes de que va este asunto
- Me supongo que algo con peludos pero no se más
Eva, comenzó a ponerle al corriente, y la relajada cara de Carlos se fue tornando en un rictus de preocupación, los Reyes lo notaron y lo separaron del grupo, no querían agobiar al resto.
Carlos les explicó que Belui y Margarita eran muy buenos, pero con él tenían una pequeña disputa. Hacía un par de años le pasaron reporte, muy exageradamente positivo, de sus protectores más pequeños, pero Carlos sabía que no eran del todo cierto, que alguna cosilla se habían callado. Se lo dijo, y ambos se ofendieron mucho por lo que consideraron un ataque a su integridad. Desde ese día la conexión no era buena, existía pero no la suficiente. Iba a ser difícil la misión.
Baltasar suspiró, Melchor se quedó pensativo y Gaspar le pidió a Carlos que hiciese todo lo que pudiese para solucionar el problema. Todo estaba en sus manos.
Carlos pidió a Luis que le acompañara y le contara exactamente lo que había pasado.Hablando llegaron a la casa, una vez allí, Carlos empequeñeció lo suficiente para colarse por cualquier sitio sin ser visto, y con una agilidad asombrosa, comenzó a subir por la fachada hasta el tercer piso que es donde vivían los niños. Luís lo miraba con admiración y respetuoso silencio y se quedó esperando por si podía ayudar.
Carlos una vez dentro de la casa pudo observar, y evaluar, la situación.
Las criaturas habían puesto hilos cruzados en las puertas para que los Reyes tropezasen. Sonrió por la inocencia que mostraban, los niños no eran conscientes de que, simplemente, con estar despiertos, era suficiente para que no pudiesen hacer su trabajo.
No había tiempo que perder, tenía que buscar a Belui y Margarita. Pero no hizo falta, porque se los encontró de frente y mirándolo con aire autosuficiente.
- Hola- dijo amigable
- ¿Necesitas nuestra ayuda? - Margarita usó un tono prepotente- os estábamos esperando.
- Bueno pues entonces ya sabéis lo que necesito
- Si, ¿pero que necesitamos nosotros? - Belui arrastró sus palabras con cierta burla
- Os pido disculpas no debí desconfiar de vosotros- intentó que su voz sonara sincera, Carlos sabía que era su única baza para conseguir su ayuda.
Ambos animales le miraron, no parecían convencidos de su sinceridad. Sonrieron maliciosamente y se giraron para marcharse. Carlos suspiro y con humildad dijo "por favor"
De espaldas Margarita y Belui se pararon, pudo notar como se miraban y confió en el buen corazón y, sobre todo, en el amor que tienen a sus compañeros de vida de dos patas.
-Recibiréis chuches extras...
No dijeron nada. Belui con un gesto le invitó a subirse en su lomo y marcharon en busca de los niños.
Sin apenas mirarse, perro y gata, supieron lo que tenían que hacer.
Los hermanos estaban sentados en el salón, en mitad de la oscuridad, sin hablar y casi sin respirar, todos sus sentidos estaban puesto en la caza de los Reyes.
Carlos desde su escondite pudo ver sus caras rojas por la emoción, y se entristeció por la candidez que un niño puede mostrar y que la vida trata de borrar cuando te haces adulto. Sonrió, él logró que su niño viviera siempre y por eso estaba allí, soltó una carcajada al pensar la cara que pondrían sus familiares y amigos si lo viesen la noche de Reyes.
Mientras Margarita se acercó despacio a los hermanos, marcando el paso, con la suavidad que sólo un felino puede tener, y maulló levemente para llamar su atención.
-Margarita calla-dijo el niño, pero ella insistió
-¿Te duele algo? - preguntó la niña mientras la acariciaba
En ese momento Belui entró en acción, corrió al dormitorio de la tía y saltó sobre su cama, Margarita maulló más fuerte. A consecuencia de el empujón y maullido la tía se despertó.
Durante unos segundos no supo que pasaba, Belui la miraba fijamente y parecía sonreír. Lo acarició e intentó seguir durmiendo pero Belui seguía sobre ella lamiéndola. Decidió levantarse por si pasaba algo, el comportamiento del perro no era normal.
Mientras en la otra habitación, los niños, distraídos por Margarita, no se habían dado cuenta de la acción del otro peludete, así que cuando su tía entró en la habitación casi mueren de un infarto.
- ¿Qué hacéis despiertos? - susurró- ¡a la cama ahora mismo!
- ¡Pero tía! - se quejaron
Ella les miró con una ternura que sólo puede sentir quién entiende y quiere a alguien, pero en la oscuridad sus sobrinos sólo sintieron una voz que les regañaba, aunque sin mucha fuerza.
Todos marcharon a la cama.
Los hermanos durmieron con la sonrisa de quien piensa volver a intentarlo, su tía durmió con una sonrisa en el alma de viejos recuerdos y los peludos con la conciencia tranquila y soñando con chuches.
Carlos sacó de sus bolsillos los regalos que habían pedido en sus cartas. Todos los juguetes se convirtieron a su tamaño, y la habitación quedó a la espera de las risas infantiles. No olvidó a los padres, ni a la tía, porque los hermanos no lo habían hecho en sus cartas y por supuesto dejó lo pedido para Margarita y Belui y algún extra más.
Marchó a explicar todo a los Reyes para que estuvieran tranquilos. Era curioso pensar, que al amanecer volvería a su rutina, excepto sus dos peludos, nadie más conocía su secreto.
A la mañana siguiente en casa de los Garrido Lemus había juguetes, libros... pero lo que nadie se explicaba era porque había tanta chuches para los cuatro patas, pero tantas....
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