No se si os habrá pasado alguna vez pero es una sensación muy dulce.
Me explico, cuando era pequeña un amigo de mi padre, Diego (al que yo adoraba), para pasear conmigo me tomaba por los hombros con su brazo y me acercaba con cariño a él. De esa forma podía ponerse a mi paso, el de una peque, y hablábamos tranquilamente.
Desgraciadamente murió hace algunos años y le echo mucho de menos. Siempre fue una persona amable conmigo y, Emilina, como me llamaba, fue importante para él.
Hace unos días fui a ver a un amigo y para hablar conmigo hizo el mismo gesto. Me tomo por el hombro con cariño y acompasó su paso al mío. Durante unos segundos creí volver a la niñez, que si miraba a la persona que iba conmigo encontraría a Diego. No fue así, encontré otro rostro igual de amable y comprensivo. Encontré a otra persona que hizo que me sintiera bien, que me recordó a alguien maravilloso, que logró que, con ese gesto, aún lo admirase y quisiera más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario